miércoles, 2 de mayo de 2018

Reflexión.


UNA ESCUELA PARA JUAN.

Algunas de las frases que me gustaría destacar son:

Toda persona puede progresar si se le ofrece el apoyo adecuado.

Es necesario construir contextos capaces de ser compartidos por todas las personas con independencia de su capacidad.

Los objetivos son iguales para Juan que para cualquier otro niño; aunque, obviamente, los apoyos y ayudas que Juan requiere para satisfacerlos sean más intensos que en otras personas con condiciones diferentes.

Juan, y por extensión cualquier persona, es y será siempre capaz de construir desarrollo, de avanzar en sus capacidades de ajuste personal y social, si se le proporcionan los apoyos adecuados.

Juan nos aporta pautas y señales de cómo potenciar su desarrollo, a las que el educador debe estar abierto a interpretar y compartir. 

No se trata de avanzar desde lo que queramos que “llegue a ser” Juan, sino de avanzar a partir de lo que es e ir ayudándolo a construir su desarrollo adaptado.

Es fundamental:

  *Potenciar la comunicación como eje fundamental del currículum.
  *Implantar programas para desarrollar las habilidades sociales.
  *Desarrollar programas de expresión y reconocimiento de emociones y los estados de ánimo.
  *Y favorecer las capacidades de autocontrol conductual.


Para todo ello es necesario:

  *Partir de la realidad.
  *Trabajar en equipo.
  *Contar con la participación de las familias.


Los niños como Juan, nos plantan de bruces ante nuestras impotencias y limitaciones, a veces incluso nos sirven para justificarnos nuestras desidias y cansancios, pero también nos lanzan sin compasión a revolver en nuestros más recónditos escondites, para encontrar coraje, valor para la acción de educar, moral y dignidad profesional.


AUTISMO: MODELOS EDUCATIVOS PARA UNA VIDA DE CALIDAD.

En este caso me gustaría destacar las siguientes ideas:

La visión que en cada momento la sociedad ha tenido de la discapacidad ha originado, a lo largo del tiempo, unos modelos de servicio diferentes.

Las concepciones socioculturales de la discapacidad generan estilos de relación y modelos de intervención propios.

Debe orientarse la práctica desde modelos centrados en la persona. La educación, desde esta perspectiva, sería el proceso central para preparar a la persona como ciudadano pleno en derechos, participación social y pertenencia al grupo, como gestor esencial de su propio destino y como promotor de una mejora permanente en su calidad de vida.

Buscamos:

*Resultados clínicos: centrados en la curación y la reducción de los síntomas.
*Resultados funcionales: centrados en el aumento de la conducta adaptativa necesaria para el funcionamiento en el contexto y en la vida diaria.
*Resultados personales: se centran en los sueños y prioridades de la persona, aquello que más le importa para intentar lograr una vida plena.

Es necesario planificar la intervención pensando en las tres categorías de resultados, pues del conjunto de ellos se deriva, realmente, la mejora en la calidad de vida de la persona.










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